domingo, 18 de marzo de 2007

La Iglesia se orienta hacia la ortodoxia más retrógrada

Si alguna vez la iglesia intentó deshacerse de sus estructuras anquilosadas, parece que esta vez, ante el retroceso que la institución experimenta en todos los órdenes, la estrategia es muy diferente: volver a las "fuentes". Ante el afianzamiento del laicismo en los estados, la iglesia responde con el más claro fundamentalismo:

Benedicto XVI reafirmó la ortodoxia de la Iglesia

Ratificó el celibato sacerdotal y pidió que se use más el latín

ROMA.– En la primera exhortación apostólica de su pontificado, Benedicto XVI confirmó ayer su tajante “no” a la comunión para los católicos divorciados vueltos a casar, reafirmó el “carácter obligatorio” del celibato sacerdotal y llamó a un mayor uso del latín en la misa, algo considerado por muchos una vuelta al pasado.

Titulada Sacramentum Caritatis (Sacramento del Amor), la exhortación apostólica fue el fruto de las conclusiones del Sínodo de Obispos sobre la Eucaristía que tuvo lugar en el Vaticano en octubre de 2005. En este documento de 131 páginas, cuya importancia es similar a la de una encíclica, no hay ningún cambio o apertura, sino que el Pontífice pone los puntos sobre las íes acerca de algunos temas relacionados con el misterio de la eucaristía y su celebración.

Al margen de confirmar para los sacerdotes del rito latino la obligación del celibato, definido como “una riqueza inestimable” y un “signo de dedicación total y exclusiva a Cristo”, Benedicto XVI reiteró su firme oposición a que los católicos casados en segundas nupcias –así como los cristianos no católicos– reciban la comunión.

El Pontífice, que por la tarde se reunió por primera vez con el presidente ruso, Vladimir Putin, dijo que la crisis matrimonial es un tema “difícil y complejo, una verdadera plaga en el contexto social actual, que afecta de manera creciente incluso a los ambientes católicos". Y confirmó la praxis de no admitir a los sacramentos a los divorciados casados de nuevo "porque su estado y su condición de vida contradicen objetivamente esa unión de amor entre Cristo y la Iglesia que se significa y se actualiza en la Eucaristía".

Tras explicar que, pese a esto, los divorciados vueltos a casar "siguen perteneciendo a la Iglesia, que los sigue con especial atención", indicó que sólo podrán tomar la comunión aquellos que vivan "como hermano y hermana".

Al principio del documento, que está dividido en tres partes, Benedicto XVI reafirmó asimismo el "influjo benéfico" que ha tenido para la vida de la Iglesia la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II (1962-65). Aunque también constató "las dificultades y algunos abusos cometidos, que no oscurecen el valor y la validez de la renovación litúrgica".

En un intento de recuperar las tradiciones eclesiásticas, el papa alemán, que en abril cumplirá 80 años y que durante casi un cuarto de siglo fue el guardián de la ortodoxia católica, llama a un mayor uso del latín, la lengua oficial del Vaticano, especialmente en las celebraciones que tienen lugar en los encuentros internacionales.

"Exceptuadas las lecturas, la homilía y la oración de los fieles, sería bueno que esas celebraciones fueran en latín", escribió el Papa. "También se podrían rezar en latín las oraciones más conocidas de la tradición de la Iglesia y, eventualmente, utilizar cantos gregorianos."

Rito preconciliar

"Más en general, pido que los futuros sacerdotes, desde el tiempo del seminario, se preparen para comprender y celebrar la santa misa en latín", agregó, sin considerar que en la Iglesia hay muchos prelados que se oponen a esto, considerado una vuelta al pasado.

Lo cierto es que, según versiones de la prensa italiana, que LA NACION pudo confirmar con fuentes vaticanas, antes de Pascua el Papa publicará un "motu proprio" -un documento por su propia iniciativa- que liberalizará la denominada misa tridentina, es decir, el rito preconciliar en latín, anterior al Vaticano II, que ahora sólo puede celebrarse tras pedir una autorización especial. Se trataría de un gesto de reconciliación hacia los ultratradicionalistas seguidores de Marcel Lefebvre -separados de la Santa Sede-, que ya ha sido públicamente rechazado por varios obispos franceses.

En otro punto que creó gran revuelo en Italia -donde el Vaticano le hace la guerra a un proyecto de ley para legalizar a las parejas de hecho, incluidas las homosexuales-, el Papa reiteró que los políticos y legisladores católicos no deben apoyar leyes que vayan en contra de la "naturaleza humana".

Llamado

Benedicto XVI destacó que los creyentes, pero especialmente quienes ocupan una posición social o política que les significa tomar decisiones, deben defender "valores fundamentales" que "no son negociables", como el respeto y la defensa de la vida humana desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada entre el hombre y la mujer, la libertad de la educación de los hijos y la promoción del bien común.

El Papa, que detesta las misas modernas con cantos y bailes, sugirió también cambiar de lugar el rito de la paz (es decir, el beso de la paz) durante la misa. El rito de la paz es un "signo de gran valor" que, sin embargo, "puede adquirir expresiones exageradas, provocando cierta confusión en la asamblea precisamente antes de la comunión", señaló Benedicto XVI. "Sería bueno recordar que el alto valor del gesto no queda mermado por la sobriedad necesaria para mantener un clima adecuado a la celebración, limitando por ejemplo el intercambio de la paz a los más cercanos."

En otro pasaje el Papa-teólogo afirmó que si bien "la Iglesia ha compuesto y sigue componiendo música y cantos que son patrimonio de fe y amor que no hay que perder, no podemos decir que en la liturgia sirva cualquier canto". Y agregó: "Hay que evitar la fácil improvisación o la introducción de géneros musicales no respetuosos del sentido de la liturgia". Benedicto XVI -eximio pianista y apasionado de la música clásica- concluyó que hay que "valorar adecuadamente el canto gregoriano, como canto propio de la liturgia romana".

Por Elisabetta Piqué
Corresponsal en Italia
Fuente: La Nación

martes, 13 de marzo de 2007

En el claro de la luna

En el claro de la luna
donde quiero ir a jugar,
duerme la reina fortuna
que tendrá que madrugar.

—Mi guardiana de la suerte,
sueña cercada de flor
que me salvas de la muerte
con fortuna en el amor.

—Sueña, talismán querido,
sueña mi abeja y su edad;
sueña y si lo he merecido,
sueña mi felicidad.

—Sueña caballos cerreros,
suéñame el viento del sur,
sueña un tiempo de aguaceros
en el valle de la luz.

—Sueña lo que hago y no digo
sueña en plana libertad
sueña que hay días en que vivo
sueña lo que hay que callar.

—Entre las luces más bellas
duerme intranquilo mi amor
porque en su sueño de estrellas
mi paso en tierra es dolor.

—Más si yo pudiera hacerle
miel de abeja en vez de sal
a que tentarle la suerte
que valiera su soñar.

—Suéñame pues cataclismo
sueña golpe largo y sed
sueña todos los abismos
que de otra vida no sé.

—Sueña lo que hago y no digo
sueña en plana libertad
sueña que hay días en que vivo
sueña lo que hay que callar.

—Sueña la talla del día
del día del que fui y del que soy
que el de mañana, alma mía,
lo tengo soñado hoy.

sábado, 3 de marzo de 2007

Entrevista. Hijos homosexuales de católicos fundamentalistas: cuando los padres entregan a sus hijos en sacrificio.

M. tiene treinta y dos años. Es homosexual y cristiano. Hace cinco años se enteró de que había contraído HIV. Hijo de padres católicos practicantes, nos cuenta el calvario que tuvo que sufrir ante el rechazo y la ignorancia de su entorno.

-¿Por qué aceptaste esta entrevista?

-En nuestro país el catolicismo todavía tiene mucho prestigio. Pocos conocen lo que es en verdad la Iglesia Católica, lo que en verdad piensa sobre temas muy difíciles. Hay mucha gente que trabaja sinceramente, pero poco tiene que ver esa gente con las decisiones que se toman y los objetivos que se plantea la institución.

-¿A qué edad ingresaste a la Iglesia?

-Desde el primario. Mis padres son católicos practicantes.

-¿Cómo fue tu experiencia en una escuela católica?

-Es difícil explicarlo. Tal vez alguien que haya pasado por lo mismo pueda entender los sentimientos contradictorios que aparecen con el tiempo. Por un lado, te sentís integrado, querido; por otro, a medida de que te vas dando cuenta de que sos diferente, comenzás a sentirte muy mal. La cuestión del rechazo, de la discriminación, está muy instalada en estos colegios.

- ¿Instalada por los compañeros o por los educadores?

-Por todos. Es una especie de círculo vicioso. Por ejemplo, la maestra de religión nos hacía leer la Biblia, párrafos cortos, en general, y se desarrollaba un tema. Un día salió el tema del divorcio, que por aquella época estaba en discusión. La maestra nos hablaba de amor, de perdón, de la bondad de Dios, pero inmediatamente nos advertía que el divorcio era un pecado, que era una acción condenable. Nosotros, muy chicos aún, nos convertíamos en jueces de nuestros compañeros hijos de padres separados.

-¿Creés que se trata de un “lavado de cerebros”?

-A esta altura, creo que hay mucho de eso. Más cuando volvés a tu casa y te encontrás con gente que piensa igual y no te da opción a reflexionar. No hay que olvidar que sos un chico, un menor, y estás en plena formación.

-¿Cómo viviste tu homosexualidad en aquel contexto?

-Ya en los últimos años de la primaria, yo percibía que algo me pasaba. Pero también percibía que no era prudente contarlo. Las agresiones y los insultos dirigidos a mis compañeros que eran afeminados y el silencio de los adultos de la institución, que parecían no escuchar, me indicaban que era mejor el silencio. Más tarde, en la secundaria, la cuestión empezó a ser más pesada.

-¿Por qué?

-Porque te atacan por todos los frentes: los curas que te hablan de castidad hasta el matrimonio y de que la homosexualidad es una enfermedad y una tendencia antinatural, los compañeros varones que te “presionan” para que demuestres lo “macho” que sos, los padres que empiezan a soñar con el matrimonio del hijo, y uno mismo que, gracias a ese bombardeo, se siente un anormal, una lacra social.

¿Dejaste de frecuentar grupos católicos después del secundario?

-No, eso hubiera sido muy fuerte para mi familia. Además yo había formado un grupo de amigos, una serie de relaciones afectivas que no podía abandonar. Mi mente estaba cargada de culpa. Pensaba que el equivocado era yo y no el resto. En una de las reuniones conocí a L., con quien formé una “pareja” a escondidas, hasta que se desencadenó la tragedia.

-¿Cuál fue la tragedia?

-Un día yo estaba en la oficina y mi madre me llama por teléfono. “¿Es verdad?” -me pregunta- “¿Es verdad lo de la carta?”. Yo no sabía qué responderle. Cuando llego a casa la encuentro a ella, a mi padre y a mi hermano, sentados en la mesa del living. Habían encontrado una de las cartas de L. Parecía una especie de tribunal. Les conté la verdad. No dijeron nada.

-¿Cuál fue el resultado de blanquear tu situación?

-Los primeros días me trataron de manera especial, hasta podría decir que bien. Pero a las dos semanas mi madre me dijo que ella podía aceptar mi homosexualidad, pero no que tuviera una pareja, que no practicara la homosexualidad.

-Una posición bastante llamativa…

-Es la posición de la Iglesia. Para la Iglesia ser homosexual no es un pecado en sí, el problema es que practiques relaciones sexuales y te involucres sentimentalmente, sea con una persona o varias. Te condenan a la castidad. Si te enamorás, sos el peor de los pecadores.

-Es decir, ni enfermedad, ni pecado…

No, es muy contradictorio lo que hace la iglesia. Si leés la encíclica de Juan Pablo II, te vas a encontrar con que se habla de “comprensión” y “compasión”, como si se hablara de una enfermedad. De hecho para el católico lo es. Pero lo limitan a la práctica. Están obsesionados con llamarla enfermedad y encontrar una cura que no existe, por el simple hecho de que no se trata de una enfermedad. Esa es la segunda parte de mi historia.

-¿Intentaron “curarte”?

-Sí, aunque no había nada de qué curarme. Cuando me negué a dejar de ver a L., las cosas cambiaron. Mi madre me pedía que abandonara el trabajo, que tenía que dedicarme a “curarme”. Me pidió que por favor fuera a ver a un psiquiatra y hablara con el cura de su iglesia. Yo no me negué. Fue una verdadera tortura. Dos años leyendo libros que la Iglesia vende y páginas de Internet, en las que se proponen “curas” milagrosas o terapias que pueden llevar al suicidio.

-¿Cómo tomaba L. todo esto?

-Mal. Creo que al fin de cuentas, peor que yo. Nos queríamos muchísimo. Pero ante las amenazas de mi madre, que estaba dispuesta a delatarlo si no dejábamos de vernos, decidió abandonarme. Ahí las cosas se tornaron realmente insoportables. No tenía un cable a tierra: el cura que me llenaba de culpa, mi madre que me repetía todos los días que rezaba por mi salvación, mi padre que no me hablaba y mis amigos que se mostraban fríos y distantes.

-¿No buscaste ayuda en alguna asociación gay o en alguna entidad del Estado?

-Eso me llenaba de vergüenza. Me quedaba lugar solo para las “escapadas”, para las relaciones sexuales ocasionales. Las palabras del cura y el resto del montaje que se armó solo servía para que yo me construyera una doble vida y mintiera, tal cual pasa dentro de la Iglesia: la cantidad de varones casados y sacerdotes homosexuales es increíble.

-¿Cuándo te enteraste de que habías contraído HIV?

-Hace cinco años, seguramente fruto de una de esas escapadas. Me pregunto qué hubiera pasado si hubiese tomado un camino diferente y me lo reprocho. Es un tema con mi analista. Pero lo mío viene de chico, me sometieron a una educación que no puede desembocar más que en la culpa, la autodestrucción y el desprecio por uno mismo. Me pregunto a veces si no hubiera sido mejor hacer mis valijas e irme con L. Las cosas serían diferentes hoy. Pero encerrado en ese submundo que crea la Iglesia no tenés mucho lugar para pensar.

-¿Seguís considerándote católico?

-En absoluto, no puedo considerarme parte de una institución que indirectamente margina y condena a muerte a mucha gente, a pesar de que por otro lado realice buenas acciones. Soy profundamente cristiano y uno de los mandamientos es “no matarás”. No hace falta salir con un revólver a la calle para quebrar este mandamiento.

Si vos estás con menores en una clase y sostenés que el uso del profiláctico no sirve para prevenir el SIDA, que el medio más eficaz es la castidad ,estás indirectamente condenando a muerte a alguien. El profiláctico no tiene una eficacia total, pero es la mejor barrera en el momento de practicar relaciones sexuales. El discurso de la Iglesia parece decir que o conservás tu castidad o si practicás relaciones sexuales es lo mismo que uses profiláctico o no, ya que su uso no previene nada. Esto, en el mejor de los casos, ya que lo más normal es no hablar del profiláctico, solamente de la castidad.